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viernes, 20 de febrero de 2015

En clase con Iratxe y compañía

Ayer como cada Jueves tarde, me dirigí presto al C.C. Urgell para asistir a clase de Iratxe. El tema de ayer era el agua, en este caso los reflejos que produce según lo que tenga alrededor la superficie. Para ejemplificarlo, nos estuvo mostrando algunos pintores muy interesantes: Sisley, FischlZenner y, cómo no, Monet:






Sisley y Zenner me llegaron, la verdad. Lo que fuimos viendo es que en ocasiones se utiliza una pincelada corta para dar lugar a los reflejos rotos de diferentes objetos sobre el agua, pero no siempr es así. Otras veces se puede hacer una pincelada más larga y pastosa, como en el caso de Sorolla:


O sea, que no hay una manera de hacer el agua, igual que no hay una manera de hacer el oro o el "color" de la carne. Y aquí haremos un inciso: no existe el color carne ni el color oro ni el color plata ni "ná". Ya comentamos en otro post, cómo la parte izquierda del cerebro gusta de inmiscuirse en el trabajo de la parte derecha con sus cosas lógicas y lingüísticas. Este caso no es una excepción, a veces se tiende a utilizar amarillo o un color dorado para hacer el efecto del oro, "porque el oro es amarillo-dorado" (así habla el hemisferio izquierdo del cerebro). Pero la verdad es que el oro (como cualquier otra cosa, vaya) refleja loq ue tiene alrededor. De manera que si tiene algo marrón o algo azul, el color del oro será una mezcolanza de todos estos colores. Lo mismo vale para el color de la carne y para el del agua. Más aún: al pintar podemos interpretar los colores que vemos y así, podemos poner un azul cyan en la carne, a pesar de que nadie tenga la carne de ese color (por lo menos no sin hematoma previo).
Vaaaaale, aclarado esto, vamos a por la imagen que utilizaremos para este ejercicio. La verdad es que se me había olvidado por completo, así que tuve que rebuscar entre algunas revistas que llevaba en la mochila. Encontré una imagen que podía valer. Lo único es que el formato era panorámico y excedía en mucho la proporción del papel. No hay problema, sólo soluciones: delimitamos el espacio con un par de pinceles y transformamos la foto en una imagen vertical:



Así que pintamos lo que queda entre los pinceles. Tras un encaje muuuy sucinto, empezamos con los acrílicos (un regalo de mi familia de Sant Andreu, ¡gracias!). Eran bastante líquidos y me costó cogerles el punto, ya que últimamente estoy más acostumbrado a manejar óleos. Se me desbarató todo un poco porque quedaban pocos minutos de clase y quería cubrir la máxima cantidad de papel posible sin dejar de empastar la parte del agua. Y quizá se me fue un pelíiiin la mano con el color de los reflejos, pero viéndolo ahora, me parece que no está tan mal y que como veía con la profa, lo que hace falta en este caso es dar una buena amplitud de paleta a los edificios para que de ese modo quede todo más equilibrado. El resultado a la hora de salir de clase fue como sigue:
 
 
 
Todavía le quda currete pero me hace bastante gracia el efecto del agua, resultado de combinar una pincelada corta con otra un poco más irregular, y que, no obstante, tendré que seguir trabajando.
 
¡Nos vemos la semana que viene! 

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