El viernes pasado, agarré la agenda en la que garabateo mis notas del trabajo y lo que me cuentan los clientes para hacer un par de aproximaciones sobre la morfología de la cara. Empecé con un esquema de perfil:
Aunque el apunte se desarrolló a partir de los rasgos característicos de la cara (nariz, boca y ojo), luego cobró importancia la posición de la cabeza respecto al todo. Y en última instancia, para estructurar correctamente el esbozo, incluso aventuré algunos trazos que diesen la idea de los huesos que se situan bajo la piel, haciendo especial hincapié en la mandíbula. Para finalizar, coloqué con cuatro líneas rápidas los hombros y el cuello. En esto he de reconocer que he mejorado. Antiguamente solía hacer el cuello recto, casi en vertical con la columna. Años de observación (porque soy muy lento) me han llevado a darme cuenta de que todos tenemos el cuello inclinado respecto al cuerpo, y es gracias a ello que este apunte goza de mayor naturalidad y menor hieratismo. Otro detalle importante que tiene que ver con la historia de la representación del rostro desde la Antigüedad es la posición y forma de los ojos vistos de perfil. Tanto los egipcios como los griegos y los hindúes (por citar tres ejemplos clásicos) tendían a dibujar el rostro de perfil pero el ojo de frente:
La realidad es que el ojo visto de perfil reduce drásticamente sus dimensiones y se deja representar casi en tres líneas que forman un triángulo. En fin, tras esta parrafada, os dejo con el siguiente apunte, mucho más específico:
¡Hasta la próxima!
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